lunes, 14 de noviembre de 2016

lunes, 24 de octubre de 2016

¿Por qué no? 
A propósito de Bob Dylan y el Premio Nobel de Literatura




Es extraño. Cuando parecían superadas todas las controversias sobre el hecho literario, sobre lo que hace que un texto sea literario, sobre la  "literaturidad" (esa vieja, vieja palabra), de pronto nos encontramos discutiendo la pertenencia de la produccion de Bob Dylan al ámbito literario a raiz del Premio Nobel que recibió. 
Desde hace ya décadas que, más allá de algún vetusto crítico, no se habla en términos ortodoxos de literatura; reducimos entonces el aspecto literario al simple hecho de poseer carácter ficcional y a cierto uso particular del lenguaje. Y aún ésto es difuso (basta pensar en los inumerables textos que rajan los límites entre ficción y realidad, y que nadie se atrevería a decir que no son literarios, o que sí lo son). Sin embargo, no creo que lo que se ponga en dudas sea el aspecto literario de los textos de Dylan; sería difícil asegurar que no escribe poesía. En principio, baste asegurar el simple hecho de que es posible tomar cualquier "letra" (llamémosla así por el momento, a  secas, despojándola de rigor literario, reducida en su incompletud a parte de algo que es la canción y que se termina de "formar" con los sonidos instrumentales de la música; la letra por sí misma no tiene consistencia independiente; requiere de la música para completarse y hacerse de sentido, por lo que los anglosajones prefieren el mote de songwriter para referirse al escritor de letras, al hacedor de canciones), digo, tomar cualquiera de ellas y aplicarle los conocimientos existentes sobre análisis estético. Quiero decir, las letras de Dylan son susceptibles de ser analizadas como hechos poéticos y no es absurdo, por lo tanto, considerarlas como poesía. Luego, el proceso de composición al que Dylan somete a sus escritos, es sabido, es arduo, complejo y elaborado. Suma, claro, que Dylan, desde siempre y para siempre, haya sido un lector profuso y perspicaz que ha sabido hilvanar esas lecturas profundas en citas majestuosas, aunque no siempre libres de sarcasmo y desdén hacia quienes apuntan. Por esto, repito, no creo que el debate se centre en el carácter poético de Bob Dylan. ¿Dónde está la discusión entonces?
He leído que muchos retractores fundamentan sus opiniones en base a la la falta de libros escritos y al hecho, por lo tanto, de pertenecer Dylan a la tradicion oral. La tradición libresca, escrituraria, se sabe, tiene su origen en la necesidad por establecer un formato material para la transmisión, el análisis, la perpetuación y el registro. Poder liberar el espacio mental que requería el esfuerzo memorístico fue una gran revolución. Facilitaba mucho las cosas: no había la nececidad de recordar, de guardar en la memoria. ¿Para qué, si se lo puede leer? Parece que a veces nos olvidamos que la literatura es anterior a las letras, que la humanidad inventa constantemente recursos para la holganazería, para no tener que pensar. No es ésta una diatriba contra la escritura, es una reivindicación de la oralidad. Dylan es un monstruo en hacer nacer estrofas, una tras otra, complejas, enraizadas. Debe ser esto considerado una facultad magistral sólo comparable a los grandes narradores orales de la historia humana y no un aspecto que merezca el menosprecio. La literatura no se mide con la vara de las letras impresas, sino simplemente con el de las letras, con el de las palabras. La hipócresia se impone en esta observacion del carácter no literario, no libresco, de Dylan; cuántos escritores hay de los que nadie duda de su condicion de tales y que no escribieron más que una pequenísima cantidad de libros (Kafka, Rulfo, Salinger...), o, más bien, cuántos "escritores de libros" hubiesen sacrificado sus vastos volúmenes a cambio de una sola estrofa de Dylan.  Verdaderamente, que la literatura se califique por la cantidad de libros publicados es irrelevante. 
SIn embargo, Hay que aceptar que Dylan corre con ventaja; sus poesías, por más que tengan independencia y que, por lo tanto, se puedan leer separadamente de la música como un todo significativo, van acompañadas, en general, de música. Y es esta cuestión la que hace difícil poner en valor el peso de Dylan como poeta. La poesía de Dylan flota sobre una base melódica que sobrevuela las palabras poniéndola en una dimensión que supera los límites de la comprensíon racional, un movimiento que supera la a veces restringida posibilidad de las palabras de llegar a ese lugar donde nada es superfluo, donde nada queda para irse inmediatamente después de llegar. Y sí, corre con ventaja. Sin embargo, la libertad de la poesía de Dylan respecto de la base instrumental permite,como dije, su análisis literario. La riqueza de recursos, la variedad de imágenes, la búsqueda símbólica, la total ausencia de lugares comunes, la desbordante originalidad, la innovacion y reinvención constante hacen de Dylan un verdadero poeta (sirva ésto para los que necesiten buscar relaciones entre verdad  y  poesía; a nosotros quizá nos alcance lo de poeta, a secas, es decir, aquel que construye mundos posibles, otras realidades con palabras).
La noción de canon literario ha hecho estragos en la historia de la literatura, marginando, relegando a la oscuridad y al abandono a grandes escritores y a excelentes textos, los que se les ocultaban a los lectores vaya uno a saber en nombre de qué. Sin embargo, muchos de estos últimos han sabido poner en duda lo aceptado y sucumbir, curiosos, a las delicias de lo prohibido, de lo que permanece fuera del circuito oficial. Sabemos también que el canon literario no es fijo ni eterno; el tiempo tiende a dejar las cosas en su lugar. Cuesta cree que todavía se intenta no sólo reproducirlo, sino tambien restringirlo con más interdictos de los que posee por definición. Además, no es necesario que intervenga el gusto individual para que no se pueda poner en relieve las facultades de tal o cual escritor. 
Y Dylan escribe, también recita, tambien hace música. Aunque el Premio Nobel es un canon en sí mismo, y que Dylan seguramente lo desprecie como lo ha hecho en su vida con cualquier tipo de categorización, si es un premio otorgado a narradores, poetas, dramaturgos (es decir, un premio literario) no es posible admitir que Dylan no sea merecedor de cualquier reconocimiento de este tipo, y que eso sea incompatible con su inclusión, por ejemplo, en el Rock & Roll Hall of Fame. 
Esta quizá sea la apertura que se busca para el arte en general y creo que se podría discutir por qué Dylan y no otro escritor recibe el premio y no que el primero no "califique" como tal.  
Prueben si no con la lectura de The ballad of Frankie Lee and Judas Priest, Visions of Johanna, Shelter from the storm... Cómo dijo a mediados de los 70´s, desclasificándose, abriendo los brazos, tomando todo para sí: "I never claimed to understand music. If you hear me play the guitar you´d know that. I´m an artist".

domingo, 3 de julio de 2016


LA BRUSCA POESÍA DE LA MUJER AMADA

Vinicius de Moraes


Lejos de los pescadores los ríos interminables 
van muriendo de sed lentamente...
Fueron vistos caminando de noche hacia el amor
  -¡oh, la mujer amada es como una fuente!
La mujer amada es como el pensamiento del filósofo
  que sufre
La mujer amada es como el lago que duerme en el cerro
  perdido.
¿Pero quién es esa misteriosa que es como un cirio
  crepitando en el pecho,
Esa que tiene ojos, labios y dedos de formas inexistentes?
Por el trigo naciente en los campos de sol la tierra
  amorosa elevó el rostro pálido de los lirios
Y los labradores se fueron convirtiendo en príncipes
  de manos delicadas y rostros cambiantes...
Oh, la mujer amada es como la ola solitaria que se forma
  distante de las playas,
Posada mucho más allá del fondo estará la estrella.



sábado, 5 de diciembre de 2015

 Lenguaje y ontología en los sofistas


            No eran pocas las disciplinas por las que se interesaron los sofistas: a las humanísticas y sociales (centradas en la profesionalización de la enseñanza y en el interés puesto por las manifestaciones políticas del s. V, como las asambleas y los juicios) se agregan las filosóficas y lingüísticas.
            Es posible afirmar que la filosofía del lenguaje es la que atraviesa a todas las demás. La ciencia del discurso es vista por los sofistas como una ciencia universal puesto que el discurso ofrece todo su potencial al hombre para que sus capacidades se vean explotadas, a la vez que todo saber particular gira alrededor de la esfera del lenguaje.  Y no se trata del lenguaje monádico de la cosa en sí, sino más bien del lenguaje relacional de la adherencia del ser en el discurso. Es, entonces, esta concepción del discurso, sostenida en base al carácter relativista y performativo del lenguaje, la que expone a la ontología sofística. Más aún, en la filosofía del lenguaje de los sofistas se encuentran los principios sobre el ser, el no ser y el carácter fenomenológico, accidental de la realidad, porque el discurso y el ser (aunque con diferencias entre uno y otro pensador) son indisolubles. Es así como se centró la discusión en el dominio de la palabra en su función realizativa, de tal manera que el interés en el discurso estaba puesto en su capacidad de hacer cosas y producir efectos persuasivos. La retórica, entonces, es el ámbito lingüístico en el que se construye el pensamiento de los sofistas.
            En virtud de esto, se hace necesario analizar en principio la teoría del lenguaje en el pensamiento de Protágoras, Antístenes y, fundamentalmente, Gorgias.
            El relativismo de Protágoras gira en torno de tres tesis interconectadas: los principios de antilogía, de homomensura y del discurso débil-fuerte. De la generalización del lenguaje se desprende la antilogía, que admite que sobre un tema pueda haber dos discursos diferentes. Protágoras, además, sostuvo que el hombre es medida de todas las cosas, de tal manera que algo puede tener cualidades diferentes, dependiendo de la percepción del hombre que contempla o siente. La realidad, para Protágoras, es múltiple. Por último, afirma que un argumento débil puede ser fuerte a partir del dominio  del discurso y la habilidad del orador. Al estar relativizada la relación de correspondencia entre enunciado y hecho, el dominio del lenguaje se separa de sus posibles contenidos. Vistos sincréticamente, estas tres tesis relativistas encierran una lógica relacional que, en sentido ontológico, sustituye en importancia a la preponderancia de la sustancia o la forma; la realidad y todo lo que hay en ella son fenómenos, cosas que ocurren, accidentes, sin fundamento sustancial o esencial.
 Antístenes sostuvo que no es posible contradecir ya que hablar significa decir algo, decir algo es decir el ser y decir el ser es decir verdad, y, por el contrario, lo que no es nadie puede decirlo, por lo que no es posible mentir; o no se dice nada (lo que no es no es posible decirlo), o se dice lo que es. De la misma manera, Antístenes afirmó que toda predicación es tautológica (es la única posible ya que sólo se puede decir de una cosa lo que ella es, qué es lo que es) y toda definición lleva a una perífrasis (solo es posible sugerir semejanzas, aproximaciones). La ontología de Antístenes es, también, nominalista: solo existen las entidades corpóreas individuales; la esencia está separada de la cualidad.
            Esta adherencia del lenguaje al ser, esta falta de distancia entre la palabra y la cosa  es sostenida además por Gorgias, que en su tratado Sobre el no-ser postula tres proposiciones: a) que nada existe, b) que si existiese sería incognoscible y c) que si fuese cognoscible sería incomunicable. Como se ha dicho, el lenguaje para los sofistas no interesa en su dimensión comunicativa sino en  su función performativa. En la comunicación no intervienen cosas sino que se transmiten intereses y opiniones en busca de adhesión. Lo comunicable no son las cosas ya que el discurso no revela la naturaleza de éstas sino la suya propia, en cuanto que remite a sí mismo. No es aceptable, como no lo es que refiera lo que no es, que el discurso sea lo no ente, sino que es, él mismo, un ser, y de la misma manera que unas cosas no revelan la naturaleza de las otras cosas, el discurso solo puede remitir a sí mismo, es decir, a su propio ser. Las palabras no son signos, no significan: decir esto es afirmar que la palabra está en lugar de otra entidad, pero la palabra nunca ocupa otro lugar más que el suyo propio. No hay entonces significación en el discurso. La dificultad surge por la necesidad de considerar la posibilidad de que los hombres puedan mantener discursos sobre el mismo tema, es decir, que el discurso pueda tener un sentido para el otro. Este problema es zanjado por Gorgias a partir del encuentro, que permite que se posea la percepción de la misma cosa hablada. En suma, en Gorgias lo que se comunica no es el entre sino el discurso, que es diferente del ente. Se deprende de esto que el ser sea incomunicable.
            Es posible notar al respecto la diferencia con Antístenes, quien sostenía que el que dice algo dice lo que es y dice verdad, en base a un naturalismo lingüístico que expone la total identidad del nombre con la cosa. En Gorgias, como se ha visto, el discurso no es el discurso del ser, sino el discurso de un ser, el del discurso mismo, estableciendo convencionalmente la relación que pueda existir por medio del encuentro, puesto que el discurso es un instrumento de las relaciones existenciales. Sin embargo, es este un punto de aparente contraposición: tanto Antístenes como Gorgias parten de la idea de la adherencia del discurso al ser, siendo el ser, en un caso, siendo un ser, en el otro.


Bibliografía consultada
  • Melero Bellido, A. Sofistas. Testimonios y fragmentos. Madrid: Gredos, 1996.  (DESCARGAR AQUÍ -MEGA-)
  • Aubenque, P.: El problema del ser en Aristóteles. Cap. 2. I.I-II. Madrid: Escolar y Mayo, 2008
  • Solana Dueso, J. “Sofistas”. En Historia de la filosofía antigua. Madrid: Trotta, 1997.